Poder Político Puertorriqueño en Filadelfia: Una Perspectiva Histórica
Israel (“Izzy”) Colón
Manifestantes puertorriqueños en el centro de Filadelfia Imagen de los archivos de Taller Puertorriqueño |
Con el fin de mejorar las oportunidades de vivienda, educación y económicas, frecuentemente los vecindarios se agrup para abogar por estas necesidades y ofrecer nuevas oportunidades para sus familias. Por lo tanto, no podemos menospreciar la importancia de contar con una voz política en los sistemas democráticos de gobierno. El poder político siempre ha sido una parte vital de los esfuerzos de los recién llegados para influir o moldear las políticas que tienen un impacto en sus vidas diarias.
En 1969, Germán Quiles fue el primer puertorriqueño en ser electo como demócrata por el distrito 180 de la Cámara de Representantes de Pensilvania. Ocupó el escaño durante un término. Hoy día en el año 2019, los latinos en Filadelfia ocupan uno de los 17 escaños de La Asamblae Municipal (la Concejal María Quiñones-Sánchez) y dos de los 35 puestos electivos de la legislatura estatal de Filadelfia (el Representante Ángel Cruz en el Distrito 180 y el Representante Danilo Burgos en el Distrito 197). En la primaria del año 2019, una cantidad sin precedentes de cinco personas de origen latino, compitieron por cinco escaños por acumulación en la Asamblea Municipal en Filadelfia, incluyendo a Deja Lynn Álvarez, la primera mujer latina transgénero en correr por una candidatura en la ciudad.
A lo largo de las últimas cuatro décadas muchos puertorriqueños se han postulado para puestos legislativos, a nivel de comités del partido y de la judicatura. Resalta entre ellos Ángel L. Ortiz, quien sirvió durante casi dos décadas como miembro de la Legislatura de la Ciudad, seguido por Juan Ramos en 2004. Durante los años ochenta y noventa, Ralph Acosta y Benjamín Ramos fueron electos por el distrito 180, el primero con mayoría latina. Desde el año 2010 José Miranda y Leslie Acosta se han turnado en la representación de un segundo distrito legislativo de mayoría latina, el 197. La presencia de latinos electos en las ramas judiciales del gobierno también ha crecido, con notables representantes como los jueces Nelson Díaz, Nitza Quiñones-Alejandro, Nazario Jiménez, Teresa Sarmina y Mía Roberts Pérez, por nombrar a algunos.
Estos logros reflejan la madurez de la comunidad. La integración de las voces de los puertorriqueños en todos los puestos del gobierno estatal y local ha tenido como consecuencia un flujo de inversiones públicas y privadas en cuanto a recursos de vivienda y económicos, servicios sociales y financiamiento de recursos comunitarios, y en menor grado, a la de una reforma educativa viable. Bien podría decirse que mientras los niveles de pobreza desproporcionados siguen afectando los vecindarios puertorriqueños en la ciudad, la nueva generación de representación política puertorriqueña ha servido para mitigar esta difícil carga económica que la comunidad sufre.
Sin embargo, el poder electoral no ocurre en el vacío. Como en el caso de otros inmigrantes en nuestra ciudad, pasaron décadas antes de que la comunidad puertorriqueña pudiera organizar la infraestructura necesaria para participar políticamente en una sociedad anfitriona descrita como hostil y que veía a los puertorriqueños como extranjeros indeseables. Para entender mejor cómo emergió el liderato puertorriqueño electo, es necesario mirar el contexto histórico.
El historiador Dr. Víctor Vásquez señala cómo los puertorriqueños en Filadelfia inicialmente se dispersaron, al ocupar varios vecindarios en la ciudad. Sin embargo, conforme crecieron en número, y las fuerzas discriminatorias del mercado local entraron en acción (por ejemplo gentrificación de la vivienda, rechazo en servicios bancarios, etc.), fueron ocupando un espacio más concentrado, descrito geográficamente como Eastern North Philadelphia. Para los años 1970, la antropóloga Judith Goode observa que “… los puertorriqueños empezaron a moverse entre los negros en el oeste y los blancos en el este …. sirviendo como amortiguador para proteger la barrera del color”. Los puertorriqueños aprendieron rápidamente que Filadelfia, “la ciudad del amor fraternal”, era también una ciudad con vecindarios segregados racialmente.
Esta “concentración” de la población puertorriqueña en vecindarios que ya sufrían los efectos generados por la recesión económica de los años 1970, los cierres de fábricas y una infraestructura de vivienda en decadencia, representó nuevos retos. Para los puertorriqueños esto significó mayores niveles de desempleo, pobreza y hostilidad racial de parte de sus vecinos "anfitriones". A pesar de estas condiciones, la concentración geográfica de esta población creó las condiciones para el surgimiento de una estructura bien definida para organizarse, lo que tuvo una consecuencia trascendental: el crecimiento de una identidad colectiva (cultural) que fue adoptada por una generación joven llena de energía de puertorriqueños cívicamente comprometidos.
Folleto para Congreso Boricua, 1981 Imagen de la Sociedad Histórica de Pennsylvania |
Florecen instituciones, incluyendo iglesias, clubes sociales y bodegas. Emergen organizaciones de servicios sociales sin fines de lucro. El Concilio, ASPIRA, El Taller Puertorriqueño y APM son algunas de las instituciones fundadas entre los años 1960 y 1970. Los medios de comunicación entre la comunidad latina empezaron a diversificarse. Las publicaciones semanales dirigidas a un público más conservador como La Actualidad, se complementaron con periódicos alternativos como El Enfoque Comunal (The FOCUS), de dueños puertorriqueños. Enfoque, bajo el liderazgo capaz de Efraín Roche, proporcionó por primera vez una plataforma semanal consistente para las voces políticas progresistas.
En general, la comunidad puertorriqueña no fue inmune a las influencias del clima político de los años 1960 y 1970. En aquel momento el país fue testigo de masas de jóvenes desafiando al estatus quo, protestando por la guerra de Vietnam, el racismo y los efectos desastrosos del capitalismo desenfrenado. Los movimientos del Poder Negro e Independentista Puertorriqueño son ejemplos que ayudaron a fundamentar la formación de sectores más radicalizados en la comunidad puertorriqueña local.
El Dr. Ariel Arnau y la Dra. Carmen Whelan, ambos historiadores, resaltan la importancia y papel decisivo que estos movimientos jugaron para traer a la atención de toda la ciudad la lucha de la diáspora puertorriqueña. El Partido de los Young Lords (YLP), la Alianza Puertorriqueña (PRA), el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) y el Congreso Nacional Puertorriqueño (NPRC) fueron organizaciones identificadas con los movimientos de la época, encabezadas por una generación más joven de puertorriqueños que no tenían reparo en utilizar tácticas de confrontación para conseguir logros nunca antes alcanzados. Estas organizaciones representaron una fuerza en contra del racismo, la brutalidad policial, así como ante el discrimen en la vivienda y en el empleo. Defendieron el multiculturalismo, la educación bilingüe/bicultural y exigieron más representación política y contabilidad. Para fines de los años 1980 se disipaba el liderazgo de la “vieja guardia” puertorriqueña y su enfoque cada vez más conservador frente al cambio social.
En conjunto, estos movimientos generaron una visión más progresista de la política electoral entre la diáspora puertorriqueña. Un liderazgo más joven, en su mayoría nacido o criado en los Estados Unidos, se veía más preparado para abordar la complejidad y los matices de la política local y su maquinaria partidista. Ellos lanzaron campañas de registro de votantes y organizaron marchas contra oficiales electos incumbentes, además de exigir más rendición de cuentas. Se formaron grupos a favor de los derechos de los votantes latinos para cada censo (desde el 1980 hasta el presente), para confrontar legalmente a los funcionarios estatales y locales y exigir la creación de distritos legislativos latinos. El rediseño de los distritos legislativos 180 y 197 de Filadelfia fue resultado directo de esas luchas políticas. El distrito 180 en particular sirvió para cimentar el camino para la elección de Ralph Acosta y Benjamín Ramos, ambos ex miembros de la Alianza Puertorriqueña.
En 1983 otro co fundador de la Alianza Puertorriqueña y miembro de NPRC, Ángel L. Ortiz compitió por un escaño por acumulación a la Asamblea Municipal, como parte de una coalición diversa multicultural que tuvo como resultado la elección del primer alcalde afroamericano de la ciudad, W. Wilson Goode. Más adelante Ortiz fue electo en el 1985 y fue el primer puertorriqueño en unirse a las filas Asambleístas de la Ciudad de Filadelfia. En 2004, Juan Ramos (ex miembro del partido Young Lords) reemplazó a Ortiz y sirvió durante un término. Luego en 2007, María Quiñones-Sánchez, quien era en ese momento más joven que el anterior grupo de activistas de los años 1970, derribó otra barrera en la política de la ciudad al convertirse en la primera mujer puertorriqueña en ser elegida a un escaño en la Asamblea Municipal para el distrito (el 7mo) con la más alta concentración de residentes puertorriqueños.
La alcaldesa de San Juan Felisa Rincón de Gautier (1897-1994) conoce a jóvenes puertorriqueños mientras visita Filadelfia. Imagen de la Sociedad Histórica de Pennsylvania |
Mucho hay que aprender de esta comunidad de inmigrantes y las muchas maneras en que esa lucha refleja las luchas de otras poblaciones de inmigrantes en su búsqueda de participar del poder político en la ciudad.
Pero los migrantes puertorriqueños son diferentes a la mayoría de los inmigrantes en los Estados Unidos en varios aspectos: 1) ellos migraron de una nación caracterizada por un legado de explotación bajo el régimen colonial estadounidense y 2) se les impuso la ciudadanía norteamericana por determinación del Congreso (1917), sin ofrecerles representación equitativa bajo la ley. Esta relación ha creado una confusa dicotomía en la manera en que Puerto Rico y sus habitantes son percibidos y tratados por el público norteamericano y sus cuerpos legislativos. Para efectos de inversión, Puerto Rico se considera como territorio de los Estados Unidos. En otros casos, cuando se quiere justificar la reducción en derechos civiles, por ejemplo, la isla es tratada como un país extranjero.
A pesar de la injusticia endémica a la relación geopolítica entre Estados Unidos y Puerto Rico, la comunidad puertorriqueña en Filadelfia ha perseverado. La historia de su crecimiento político demuestra un nexo evidente entre el desarrollo de movimientos políticos populares/de base comunitaria y la elección de puertorriqueños en puestos de liderazgo. Una conexión que establece una trayectoria de luchas comunitarias sin las que ni siquiera un ápice de poder político hubiera sido posible.
Biografía del Autor
Israel “Izzy” Colón tiene más de 40 años de experiencia de trabajo en el gobierno de la ciudad y el sector público. Su historial profesional incluye posiciones de liderazgo con ASPIRA, el American Friends Service Committee, la Corporación de Desarrollo Comunitario de Hunting Park, el Distrito Escolar de Filadelfia, la Liga Nacional de Ciudades y en la administración de la Ciudad de Filadelfia, donde sirvió durante 16 años como Jefe de Personal del ex Asambleísta Angel Ortiz. Colón también encabezó la Coalición de Servicios para Jóvenes de Eastern North Philadelphia (ENPYS), un colectivo de 16 organizaciones diseñado para desarrollar estrategias para captar el interés de los jóvenes en el desarrollo de liderazgo y programas de participación cívica. Colón tiene un bachillerato en Literatura de Habla Hispana con subespecialización en Estudios Latinoamericanos de Binghamton University. Ganó un premio National Urban Fellowship cuando cursaba su título graduado en Bucknell University.
Colón es viudo y estuvo casado con Lydia González por 40 años, tuvieron 4 hijos y son los orgullosos abuelos de 11 nietos.